La fama de Gaudí seguía creciendo con las obras en marcha de la Sagrada Familia, la Pedrera, la catedral de Mallorca, etc. Y parece ser que en 1908 fue visitado por unos hombres de negocios americanos que le propusieron construir un gran hotel en Nueva York. Este es un suceso oscuro en la obra de Gaudí puesto que no hay otro testigo del mismo que la monografía que escribió Juan Matamala. Falta la comprobación americana del encargo, que no aparece reflejado en la obra de ningún otro estudioso de Gaudí. Por otra parte parece extraño que Matamala pudiera imaginar todo el asunto sin la menor base real. Pendiente de comprobación queda el tema, como uno más de los misterios de la vida de Gaudí, que nunca se ocupó en divulgar sus obras y proyectos y mucho menos de hacerse la propaganda. Gran arquitecto pero pésimo relaciones públicas.
En el propio año 1908 so colocó la primera piedra de la iglesia de la Colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló. Esta obra fue una de las predilectas de Gaudí ya que en ella, con absoluta libertad, pudo desarrollar sus conceptos estructurales y decorativos a un tiempo. Partiendo de la simple realidad que las líneas de presiones de los arcos cargados uniformemente describen la forma de una cadena colgada por sus extremos y que, cuando las cargas son puntuales, dichas líneas son las que coinciden con cadenas o cordeles de los que se suspenden saquitos con peso proporcional a los de las cargas reales, montó una maqueta, que llamaba estereostática, simplemente con cordeles o bramantes y pequeños sacos de lona conteniendo perdigones de plomo con un peso diez mil veces inferior al real de las cargas. Los cordeles y los saquitos adoptaban espontáneamente una posición que era exactamente la de las líneas de tensiones. Si se fotografiaba la maqueta y se invertía la foto se tenía la forma de la estructura, ya que correspondía a una disposición para elementos comprimidos, en tanto que en la maqueta la disposición era para elementos estirados. Ambas disposiciones son conjugadas, es decir simétricas respecto al eje horizontal, por lo que al dar la vuelta a la forma estirada, se obtiene la comprimida.
Esta simple disposición, sumamente ingeniosa, le permitió calcular las formas y tamaños de arcos y bóvedas de la iglesia, cosa que causó la admiración del arquitecto e ingeniero Félix Cardellach que describe el sistema en su libro “Filosofía de las estructuras” de 1910.